Quisiera seguir por la linea del otro día. No se trata de enaltecer por enaltecer, de forma gratuíta, pero siempre hacia nuestro país, miró el extranjero con ojos apasionados y soprendidos de unas manifestaciones culturales, tan lejanas como exóticas.
Hace 2000 años Estrabón y Filóstrato aplicaban el adjetivo exótico al hablar de estas tierras. Lo cierto es que nuestra situación geográfica, justo en el extremo del mundo, nos dio categoria de lugar de mitos, y por supuesto, el calificativo de exótico que muchos de nosotros no aciertan a ver. Así fue la primera percepción de la peninsula ibérica, vinculada a la geografía, marcaba el punto donde toda civilización se desvanecía.
Casi dos mil años después, la admiración y la mirada del extranjero, seguía siendo inquieta, interesada y atenta a un costumbrismo decimonónico, cuyas características peculiares, fueron la exaltación de nación, región o ciudad, representadas a través de personajes y escenas tipificadas, que tanto marcarían la imagen contemporánea de la España moderna. Donde sin duda, uno de los factores de exotismo más apreciado por los extranjeros fue la originalidad y variedad de la indumentaria española. Sí, la misma que hoy en día se utiliza en las fiestas populares.
Ante un país así, que se vende sólo, faltaría más que lo abandonásemos a su suerte. La calidad de nuestro turismo aunque nos dé miedo tan sólo decirlo, depende y mucho, de nuestras administraciones, Administraciones que deben de aprender a gestionar y a promocionar, con herramientas de gestión que no tienen nada que ver con el pasado, y donde la figura del gestor cultural, o del técnico de turismo debe ser primordial.